Diálogos en blanco y negro
Daniel Navarro
No fui. Quizás no me atreví. Un autobús en la estación la esperaba. Instaló su mochila y la luz del andén trazó un esquema geométrico de anchos intentos.
Conoció a una persona de la cual no deseo hablar.
Me pidió antes de que fuera a despedirla, que regara sus plantas, leyera sus libros y consumiera los víveres que permanecían en su refrigerador. Me instalé temporalmente en su cuarto. Descubrí que sus flores no estaban vivas, el refrigerador estaba desconectado, no había lectura y en la alacena un par de latas de frijoles eran toda la despensa.
Ella es una persona de quien tampoco deseo –al menos por ahora-- comentar nada.
El cuarto tras la semana de mi permanencia se convirtió en una guarida de gatos ambulantes que mantenían encubierto el único sofá. La cama no pudo soportar tanta ausencia y me despedía cada noche. Entendí su mensaje y compartí siesta junto a las felinas miradas indiferentes.
Detesto los gatos y no quiero expresar mayor detalle acerca de este punto en particular.
Ella regresó al mes y medio con la persona que había sido su compañía en el trayecto. No encontraron ninguna razón para echarme, y le expliqué que había leído toda su biblioteca, y que la alacena estaba surtida de una amplia variedad de alimentos exóticos. Habían perdido sus pertenencias en el viaje, pero en un envoltorio de papel de estraza había un objeto de verde aproximado. Lo sembraron en una maceta de barro, única decoración en un patio desnudo. No pareció verme.
Esto es exactamente lo que deseo explicar.
Cuando ella subió la vi. Acomodé con malicia mis pertenencias para llamar su atención. Me acomodé el cabello justo cuando buscaba un lugar para el trayecto. Cayó en mi espontánea trampa. Iniciamos la charla. El andén iluminado quedó atrás y antes de que amaneciera ya habíamos consolidado una amistad de roca. A pesar de ciertas dificultades de comunicación, las confesiones que habían empezaron a la media noche contribuyeron a nuestra consolidar nuestra incipiente relación.
De temps en temps je suis jaloux des montagnes
Su perfil mirando el horizonte punteaban una melodía de silencio entrecortado. Los vacíos de una carretera sinuosa pronto cortaron el plano horizontal y las luces de los vehículos pronto desaparecieron en frecuencia. La oscuridad no permitía predecir nuestro vaivén. Con visible paciencia y vacilante determinación finalmente mis manos rozaron las de ella. Descubrí que no podía conciliar el sueño y supongo que mis manos calentaron las suyas.
La constancia es algo que permanece en una palabra silenciosa.
Un coro de luciérnagas apareció repentinamente terminando el diálogo en blanco y negro. Cuando amaneció me descubrí encubriendo con disimulo el frío de mi cuerpo entre sus brazos. Me desprendí con suavidad. Despertó entonces y desperezando sus labios, optó por una sonrisa prolongada. Lo recordó supongo, porque me dijo que cumplía sola un sueño previamente compartido. Mantuve el silencio. El ruido sordo del motor repentinamente aceleró y a poco estábamos en el destino, al menos era el mío. Con alivio ayudé a que ella descendiera también. Mis piernas adoloridas reclamaron pero me impuse e iniciamos el trayecto.
Tienda Lonja Mercantil del Valle
“Apenas acababa de abrir cuando se aproximaron dos fuereñas al mostrador. Una de ellas hablaba español (de buen ver), la otra quiénsabe y pa mi gusto media gruñona. Compraron como para un mes. Regateamos por los precios y antes de que se alejaran olieron los frijoles que mi mujer cocinaba. Se instalaron en la mesita que tengo y pidieron hartas tortillas. La francesa quiso un chile verde y a mordidas lo comió, verdá de Dios.”
La ofrenda de los anteojos
Las mujeres siguieron una senda apartada, al lado de una montaña de laja rosada. Los espinosos cactos parecían salvaguardar la entrada a otros universos y fieros disparaban sus dardos a la piel. Una de ellas encontró un arbusto sobre el cual se encontraban harapos, restos de ropa de mujer. Se sentaron para dejar fluir el tiempo, intuyendo alguna especie de señal. Al atardecer, no muy lejos del sitio, encontraron un pequeño peyote, solitario. Lo desenterraron y recolectaron tierra de los alrededores. Para despedirse y agradecer, la francesa quiso dejar algo de ella junto a los jirones que ondeaban en las ramas del viejo huizache. Optó por sus lentes.
Todo es lo mismo, todo es diferente
¿Qué tipo de aventuras me alienta a continuar? Todo inició aquella vez, cuando una extraña bailaba Tai Chi en mi cuarto de hotel. Me hizo adicta a la constante esencia de la no permanencia en ningún lugar por un período prolongado. Me sorprendí cuando al seleccionar pasajeros en autobuses, uno de cada cinco estaba dispuesto a desaparecer de la existencia cotidiana por 45 días. Mi cuarto no tiene mobiliario y el refrigerador está vacío.
No sé si los gatos tienen algo que ver, porque cada vez que regreso a mi cuarto, un gato más se ha unido a la banda.
De pronto supe que los gatos no existen, sólo su sombra.
La francesa me llevó a la estación de autobuses. Nos dijimos adiós, que tenía sabor a ansiedad. No quise voltear mucho ni siquiera cuando me acomodé en el asiento. La virtud de los encuentros casuales es así, y siempre me alcanzaba esta sensación de inexperiencia al volver al inicio.
Ahora me toca a mí. Seleccioné el sitio para recibir a la persona que podría ser compañía por un mes y medio. Me alisé el cabello y saqué un libro de textos de poemas zen.
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Notas y créditos
“De pronto supe que los gatos no existen” es parte de un Haikú. Véase “El universo en un sombrero” por Norberto de la Torre. Texto Sentido. www.textosentido.org/textosentido/resenas/delatorre.html
“Todo es lo mismo, todo es diferente” es un proverbio zen.
“De temps en temps je suis jaloux des montagnes”. A veces siento celos de las montañas
sierra gorda. querétaro. camino a pinal de amoles.
octubre 2007.
martes, octubre 07, 2008
DIALOGOS EN BLANCO Y NEGRO
Publicadas por danielnavarro a la/s 3:24 a.m.
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Acerca de mí
- danielnavarro
- Cancún, Mexico
- Escritor y Naturalista. Licenciado en Biología por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios en Texas A&M University Campus Kingsville y The University of Florida.