domingo, noviembre 20, 2005

COHESION MITOLOGICA, EXILIO Y REALIDAD EN MEXICO




Moneda mexicana
Originally uploaded by danielnavarro.
Reverso de una Moneda de 10 pesos en la cual se observa el águila devorando una serpiente, el mito central de México.




Cohesión mitológica, exilio y realidad en México
Ensayo
Daniel Navarro



Mi ciudad es chinampa en un lago escondido
...es un bosque de espectros que cuidan castillo

Guadalupe Trigo, Mi ciudad


El mito permite la relación y ordenamiento entre la sociedad humana y la naturaleza porque ayuda a tratar de explicar fenómenos cuyo alcance es desconocido. Mas no sólo eso, sino que permite agrupar y cohesionar a amplios grupos de población con características de exilio o durante otras variedades de crisis sociales. Para el caso de México, una extraordinaria variedad de mitos indios se transformaron desde el inicio, en un fenómeno de nacionalidad. De hecho en los símbolos patrios coexisten estos aspectos indígenas prehispánicos posteriormente mezclados con la cristiandad impuesta durante la Conquista y tiempos posteriores.

Uno de estos mitos, una creencia prehispánica mexica, ha trascendido los más de mil años de existencia de todo un país. Una feliz coincidencia de factores condujo a que dicho mito tuviera una representación gráfica, una imagen que se perpetúa todavía a través de los siglos, y que al inicio del milenio, se extiende más allá de las fronteras.

Cuando el Virrey de Mendoza, una vez concluida la Conquista de México, ordenó la escritura de un documento que reflejara ante su Alteza, la riqueza, diversidad y valor de las tierras recientemente sometidas, los escribanos abrieron el universo con una poderosa imagen que a la postre se convirtió en una suerte de ícono nacional mexicano. De hecho, la primera página del Códice Mendocino trasciende una visión histórica, el resumen cartográfico requerido, y se convirtió en lo que considero es la representación gráfica del mito central mexicano.

Pero no siempre fue así. Un conjunto de símbolos y creencias lo conformaron como guía de un pueblo con características de exilio. El mito señala que cuando los mexicas fueron expulsados de una región norteña e iniciaron su deriva hacia el sur, tuvieron como guía una combinación del bestiario indiano que marcaba el punto geográfico preciso donde se ubicaría el restablecimiento de la población dispersa. Justo en ese punto, la tribu nómada se reagruparía y lo convertiría como centro religioso.

La señal que tuvo la utilidad de servir de guía a un pueblo guerrero sin lugar fijo, consistía en encontrar a un águila posada sobre un nopal, y devorando a una serpiente. De acuerdo con los registros y sus posteriores interpretaciones, dicha visión se convirtió en realidad y a partir de entonces se inicia la compleja historia de los mexicas en lo que hoy es la ciudad de México.

Podríamos pensar que el tema del águila y la serpiente no está exento de candidez y cierta ingenuidad, pero no podemos negar que es sorprendente su continuidad prácticamente inalterada. La idea central que sirvió de inspiración y fortaleza para la búsqueda de esa visión a través de los años, guiaría al pueblo azteca en una especie de éxodo indio en busca de la tierra pródiga. Los orígenes del símbolo se pierden en la historia, pero es posible suponer que pudo haberse originado –me atrevería a sugerir--, asociado a experiencias alucinantes con plantas religiosas. Por otra parte, esta conjunción de águila y serpiente difícilmente es un evento fortuito. Requiere de continuidad en las condiciones tanto culturales como naturales.

No es difícil pensar que la base de este pensamiento que mezcla al águila y la serpiente, tenga su base en el concepto o deidad conocida como Quetzalcóatl, que podríamos ver como un dragón en el nuevo mundo. Dicho dios, es el símbolo de la pluma y la escama, el ave del conocimiento conjugado con el dolor de la tierra, la continuidad del sentimiento asiático en la vastedad de las tierras ignotas de un continente sagrado.

Al establecerse alrededor de este símbolo, los aztecas iniciaron una labor expansiva y el símbolo prevaleció sin integración religiosa en el sentido estricto. Por otra parte, al ser una cultura transformada en todos los sentidos durante la Conquista, el símbolo se convirtió en una parte de la Nueva España. Por ende, el símbolo cubría un territorio geográfico de enorme extensión.

Posteriormente, durante los dos siglos XIX y XX, el símbolo mexica fue adoptado como elemento central en la bandera nacional mexicana. No obstante, no hay que olvidar que la simbología de la bandera evolucionó desde una base mariana (azul y blanco, al estilo de la actual bandera argentina), pasando por un esquema tricolor con estrellas doradas. En la primera aparición del símbolo, el águila mantiene una posición de alas extendidas y después el águila se modificó para presentarse de perfil regresando a la representación gráfica del Códice Mendocino. Es interesante añadir que la mayoría de los elementos gráficos mantuvieron su identidad, excepto la culebra, que básicamente se adaptó para ser reconocida como una serpiente de cascabel.

Águila devorando serpiente: la patria muriendo con cada individuo, renaciendo intacta entre las espinas del nopal en el islote de la existencia mortal de un mexicano. La aspiración de la muerte como virtud, herencia azteca indeleble que al perpetuarse otorga sentido a la existencia dolorosa de una nación abierta en canal. Cohesión mitológica que se convierte en lanza y escudo, el milagro viviente del creer, que permite enfrentar molinos y adversidad.

Desde una perspectiva probabilística, el evento de atestiguar a un águila devorando a una serpiente, como elemento guía para señalar el lugar exacto de la tierra prometida, revela que aunque desde el principio el mito se restringía a condiciones ecológicas similares, existe la probabilidad de que en cualquier parte de Mesoamérica se pudiese observar dicho evento. El concepto “águila” devorando “serpiente” en un islote rodeado por bosque representa en efecto una posibilidad real en varios lugares no sólo de México sino que pudiera haber ocurrido en la actual Guatemala, o incluso más al sur. Asimismo, el mito fue lo suficientemente amplio como para poder haber sido comprobado en forma reiterada.

Una vez satisfecho el fin de la profecía, cuando los aztecas fundaron Tenochtitlan, el hecho se transformó en mito. Sin utilidad ulterior, una vez descubierto el sitio donde se cumplieron los requerimientos estipulados en tiempos previos al exilio, el concepto se convirtió en elemento vigente hasta la llegada de los Conquistadores. El símbolo se cubrió de sangre, de derrota, de amargura permanente. El águila abierta en canal, desangrándose por siglos. Entonces se cubrió con la máscara colectiva del mexicano.

Hoy, a poco más de quinientos años después de la Conquista, reaparece con fuerza el fenómeno de la migración entre los descendientes aztecas. A inicios del siglo XXI, el águila y la serpiente ocupa nuevos espacios en la geografía del continente. El mito trasiega fronteras y campos algodoneros en la piel de campesinos mexicanos con fuertes raíces indígenas que eligen el autoexilio como forma de vida.

No me es personalmente distante el fenómeno. En mi rostro existen evidencias de un pasado nómada, en los muros de mi hogar infantil todavía resuenan los monótonos ritmos marcados por danzantes emplumados y semidesnudos. Elementos de mi familia se encuentran en forma dispersa en campos agrícolas de Estados Unidos, congregados únicamente por el idioma, el águila devorando la serpiente, y curiosamente por una herencia propiamente española - mexica: una virgen india.

Ahora la Virgen de Guadalupe --Alter Ego india de la Virgen María --, se ha unido para acompañar la soledad del exilio y de la distancia del lenguaje y de la vastedad del horizonte. Los mitos como estandarte de la nueva tierra prometida. Expulsado de la patria original, los nuevos aztecas intentan una y otra vez, encontrar el lago donde asentarse, el islote promisorio de futuro. Un águila devorando la vida y alcanzar el virtuosismo de la muerte renacida cada día primero de noviembre. La continuidad de una sociedad deshecha, expulsada, sin hogar, valerosamente aferrada a un estandarte de mitos con el cual se yerguen ante lo pavorosamente desconocido.

4 comentarios:

Yolanda Arroyo Pizarro dijo...
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Anónimo dijo...

Muy frecuentemente me he preguntado qué haríamos nosotros, la humanidad entera, sin el mito. Es el instrumento que nos permite explicar lo inexplicable. Nos permite palpar lo impalpable. Me gusta como lo defines: “El mito permite la relación y ordenamiento entre la sociedad humana y la naturaleza porque ayuda a tratar de explicar fenómenos cuyo alcance es desconocido.”

En la actualidad realizo un estudio de los mitos del diluvio. En el libro Myths of Creation (Mitos de la creación), Philip Freund calcula que se cuentan más de 500 leyendas diluvianas en más de 250 tribus y pueblos. Como es de esperar, con el transcurso de los siglos a esas leyendas se les han añadido sucesos y personajes imaginarios. No obstante, todas tienen similitudes fundamentales, incluidas las del relato bíblico, la del Gilgamesh y el recientemente descubierto relato sumerio.

Opino que tu ensayo sobre el tema del águila y la serpiente es muy erudito. Transmite la información de un modo cabal y elocuente. Por otro lado, deja la puerta abierta para preguntarnos más por Quetzalcóatl y las curiosidades que le rodean. Quizás puede ser tema futuro para otra disertación. Mil gracias.

danielnavarro dijo...

Gracias, Yolanda, por el comentario al ensayo. Considero que el número de mitos llamémosle "básicos" en la sociedad humana, es bastante reducido. Las serpientes, manzanas, águilas, dragones, así como otros asociados a fenómenos de índole astronómica (cometas y eclipses primordialmente) son elementos de una antigüedad pasmosa en la historia de nuestros mitos. Me dará gusto ver tu ensayo sobre el diluvio y sus variantes en el transcurso de la humanidad. Al menos desde el punto de vista bíblico parece ser un fenómeno de extinción en masa por motivos meteorológicos. Algo de realidad seguramente respalda la idea subyacente. Mil gracias.

Anónimo dijo...

Daniel:

El psicoanalista argentino N. Yampey ha dicho: "Vivimos un mundo de mitos y un mundo de mitos vive en nosotros". El ejercicio que provoca al escritor para darle continuidad a escribir mitos en literatura, es tan valedero como apropiarse de una idea, o de una musa, o de una inspiración. Gracias a ti, por traer el tema.

Acerca de mí

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Cancún, Mexico
Escritor y Naturalista. Licenciado en Biología por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios en Texas A&M University Campus Kingsville y The University of Florida.