domingo, diciembre 02, 2007

ELLA ES TORERO

Ella es Torero

Daniel Navarro



Él imagina cómo en el ruedo la arena se enciende de luz por el río de sangre derramada de un toro vencido que le llama, y cede ante la fascinación de verse reflejado en el turbulento caudal. Cuando intenta moverse siente que le duelen los senos atrapados debajo del chaleco ajustado. Las caricias y mordidas de la noche anterior todavía reflejan una cierta excitación combinada con el delirio de vencer a una fiera oscura como el canto de una locomotora desbocada. La penetración fue profunda, amoratada por el peso de la duda; los besos robados, acaso distantes, inexistentes en momentos. Le costaba un dolor inmenso mantener al corazón por el hecho de contar con los dos sexos simultáneamente, lo que le abría en canal el pecho. A veces pensaba que en realidad había amado, particularmente cuando era poseído. ¿Había amado o era sólo un personaje más de alguna película?




Su fantasía inalcanzable era la de doblegar a su amante masculino en un instante. Rebelión de los vencidos. Espíritu de los diferentes. A pesar de que se escondía tras la máscara del contubernio amoroso, nada más lejano de la realidad. Su tortura era interminable y apenas disminuyó en forma perceptible en aquel instante que conoció a una mujer en especial. Ella había sido amante de su padre y cuando por accidente los descubrió haciendo el amor, sintió una punzada en el costado. Quizás consternada, su madrastra lo buscó una noche y la conversación inició con excusas, con cierto pudor. Mas terminó en una pasión que al principio pensaron ambos que sería momentánea. Durante varias semanas, creció en su pecho un sentimiento de culpa por la incesante promiscuidad con la mujer de su padre. Innata, la inmovilidad emocional retornó entonces en el signo de los cielos a partir del momento en que decidieron alejarse y olvidarse mutuamente.




Los toros habían sido su pasión, quizás reconociendo la virilidad en la entrega a la muerte. Sentía la fina estampa del animal que le incitaban a llamarlo por su nombre, a ondear el capote. Le fascinaba el manejo de la espada que inmisericorde desbordaba ríos y ríos de sangre. Tanta se derramaba una tarde, que el calzado se perdía en el lodazal púrpura. Mas nunca antes había estado vestido de luces. Hasta anoche. Todavía con la estocada, miró incrédulo cuando el toro le levantó los músculos de la pierna y sin poder evitarlo, saltó por los cielos. La violencia de la revancha, las múltiples y reiteradas bocanadas profundas. Algo cayó muerto en el instante y una victoria inexplicada ascendió por los aires. 




El trayecto en la ambulancia fue sigiloso. Lo intimidó el cercano examen a la duplicidad de sus funciones amatorias revueltas entre su vello corporal. Posteriormente el enfermero le desnudó el pecho, quizás con una mezcla de curiosidad y morbo. Vio entonces los senos crecidos, los pezones iluminados por la insensibilidad. El torero perdió la conciencia. El diagnóstico era evidente, mas todo era tan confuso.




Urgentemente, el padre fue notificado del estado de salud: “Delicado. Hospital L’Horán”. Ambos (el padre y su mujer) tomaron un aeroplano y se dirigieron hacia la localidad indicada en el telegrama. Cruzaron volcanes y selvas, hasta que alcanzaron, detrás de los cerros, el poblado rodeado de manglares y pantanos. Poco antes de aterrizar vieron el inconcluso arreglo circular de maderas, la techumbre de hojas de palma para la sección de “sombra”, las tablas mal acomodadas para la sección de “sol”. El lodo en el círculo de la arena, la ausencia de aserrín y afuera algunos brochazos de rojo anunciando la corrida para el primero de noviembre. El ambiente insalubre del pueblo los puso en una alerta inmediata. Cuando desembarcaron de aquella avioneta, que apenas pudo mantener recta en la rudimentaria pista, corrieron al hospital para verlo. 




El paciente presentaba un aspecto deplorable. El ambiente ominoso. Calladas recriminaciones. Ella lloraba y se lamentaba el haberlo cuidado tan poco. El padre se acercó y le acarició la frente, con dolor de ver a su hijo sumido en la más profunda desesperación. No obstante, inbtuía que la búsqueda había terminado. 

Hablaron con el doctor quien dio pocas esperanzas.
En voz baja informó acerca de los resultados de la auscultación: la profundidad de los desgarres internos –aunados a la sorpresa de encontrar tales características entre las piernas--; los prominentes y femeninos senos severamente atacados. 

“Un detalle más” dijo el médico. Informó sobre la violación de la que había sido objeto. El maltrato a los senos y el sangrado prominente que fue detenido en forma rudimentaria por el propio atacado. 

--Lo desgarraron. Lo encontramos esta mañana, tirado en la arena de la plaza de toros. Una persona nos vino a decir entre gritos que un hombre se moría. No podía caminar, entonces mandamos la ambulancia por él.

El médico suspendió su explicación cuando unas personas uniformadas se acercaron al pasillo. Entonces el doctor le preguntó al padre:

--¿Quiere dar usted parte a la policía?






Cuando llegaron a la oficina de la justicia, tanto el padre como el cirujano fueron claros y extensos en sus declaraciones sobre el estado del herido, y su condición.
--Tenemos unos detenidos, creemos que son los que atacaron al joven --dijo el oficial en mando--. Usted dice...

El pueblo se cimbró cuando rápidamente los agentes locales desplegaron su camélica fuerza. Cuando el policía entró a la pestilente celda, ordenó con un “¡levántensen cabrones!” e inició el interrogatorio con violencia tras fuertes bofetadas y jaloneo del cabello a los prisioneros. 

--A ver, hijos de la chingada –espetó--, expliquen lo que sucedió, y cuidadito con andarse con mentiras. ¿Qué chingados hicieron anoche en la plaza de toros?
--¿Qué tiene de malo cojerse a una puta vestida de torero? –contestó con violencia uno de ellos, despertando un ambiente de zafarrancho.

--Algunas noches nos veíamos en el ruedo –confesó otro.

--Sí, cabrones, pero esta vez se les pasó la mano. Se me quedarán encerrados unos días por andar de putos y maricones, ¡a ver cómo chingados le hacen!--. El policía, adivinando lo que había sucedido volvió a golpear con la cachiporra a los encarcelados mientras el médico y el padre buscaron desesperadamente la salida. La rebelión se generalizó y varios refuerzos entraron a la celda: no resultó sencillo doblegar a golpes a los rebeldes. 
Entre palabras ofensivas y burlas que incluían a parte del personal de la policía, el padre y el médico abandonaron el lugar. 




La mañana del día siguiente terminó con el sol en lo alto y el descenso de la avioneta en la pista de la ciudad capital.
Detrás quedaron los cerros y las confesiones de amor inerte sobre sangre derramada. El cuerpo del torero se sujetaba a la vida en forma precaria. 

Al llegar al hospital en la capital, sostuvo entre sus manos un espejo que lo acompañaba. El reflejo de su propia imagen lo tranquilizaba. Así sobrellevó cirugías, vendajes, eternidad.

La pulcritud y eficiencia del sanatorio atrajo salud y con el paso de los meses mejoró notablemente. Por las noches, en la soledad de su cama, imaginaba el ruido, las voces en el estadio, los pañuelos blancos en las gradas.
Dificultosamente, tomó el espejo para inspeccionar su cuerpo macerado, sus senos adoloridos por las mordidas salvajes. 

Con el espejo duplicando su mirada, malherido por los navajazos de la revancha, las suturas profundas, sonrió por su hazaña: había logrado doblegar sus miedos. Siempre había sido él contra el mundo, mas aquella noche fue victorioso. Fue entonces cuando colocó al toro que representaba su agresor, y lo penetró con su estoque. No sintió las burlas, golpes y mordidas de los demás. Controló el desmayo cuando sintió su masculinidad brotar en pañuelos blancos, espesos, tumultuosos. 

Había alcanzado la gloria. Y, tranquilo, depositó el reflejo a un lado de su cama.





Encendió la televisión. Puso la película. Era "Hable con ella", de Almodóvar. Volvió a repetir la secuencia de la torera. Una y otra vez.







.Arte gráfico: Fotografía "Toro", de Daniel Navarro. 2006.

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Acerca de mí

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Cancún, Mexico
Escritor y Naturalista. Licenciado en Biología por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios en Texas A&M University Campus Kingsville y The University of Florida.