domingo, diciembre 02, 2007

MITOLOGIA GRIEGA


Mitología Griega
Daniel Navarro


Sirena.- Grupo de ninfas marinas que con sus cantos atraían a los marineros y provocaban su destrucción en las rocas que rodeaban su isla.



Scherzo
Condujo la barca hasta su campo de pesca, en las afueras de Isla de Aves. La travesía era extremadamente peligrosa. Con remos tenía que golpear los seres marinos que surgían amenazantes cada día que transcurría en ese Mar Caribe onírico. Los anzuelos estaban especialmente dedicados a pescar a sus múltiples enemigos que le acechaban. Una noche, a pesar de pelear con fiereza, seres irracionales arrastraron la embarcación del cabo del ancla y lo hicieron perderse. Por tres días navegó sin rumbo. 

El desconcertado buscaba un trazo. No había sol para orientarse ni estrellas para iluminarle el cielo. 

Los días transcurrieron. El pescador se deshidrató y poco a poco pasó del delirio vital a la lucidez de los momentos finales de una existencia dedicada a hilvanar nudos para atrapar sueños. La barca se reflejaba como espejismo en el mar y el oleaje era interrumpido por leves recortes de seres abominables que armados con trinches y espadas, anclaban la espuma y no la dejaban derivar.

Entonces alguien llegó. 

Lo guió.

Le habló con cantos cuyo lenguaje no entendía pero de una belleza indescriptible.

Estaba a su lado, sobre la barca, con la cabellera abundante cubriendo su cara.
El pescador exánime la miró y recibió agua de los labios de ella, de sus senos, del sudor de su cuerpo...

Los labios resquebrajados por la sal poco a poco recuperaron color tras varios días de esa música que surgía de los ojos de su sirena. Los momentos que la piel de ella lo tocaba, eran como instantes eternos perdidos en un amanecer.
Su presencia era hermosa, una mujer de inenarrable belleza. Inmediatamente la amó con todo su corazón marino.

Ella le dio agua, mas no sólo eso sucedió...

Cuentan las estrellas que el pescador vibró cuando ella se dispuso a su lado y le acercó su cuerpo...

Él respondió con un abrazo entre los objetos tirados en el piso de una embarcación apretujada en el caos.

Ella se acomodó, el cuerpo junto al de él
lo miró de frente, le tocó una mano que guió por todo su cuerpo

y le mostró una entrada...

No la había visto él... 

Era como una cuchillada...

La tocó, la acarició interminable...

La embarcación se volvió trémula...

Mordió sus senos...

Ella mordió sus labios, los hombros desfallecidos...

El pescador acarició su cuerpo cubierto por escamas delicadas, como pétalos de flores...

Caía una lluvia desde las nubes a la distancia...

Entró...

El pescador conoció el universo marino espinado entre corales y dientes, abrió cofres de tesoros y navegó en velas hundidas, cañones depositados entre trincheras profundas...

Oyó cantar a la sirena y por primera vez la entendió en sus palabras...





Adagietto
Una barca se perdió en la mar.

Ahora un pescador se desplaza entre los seres marinos quienes siguen agrestes, profundamente celosos del amor que la sirena le profesa. Mas no les teme. Surge nadando con sus brazos y se impulsa con sus piernas recubiertas por escamas.
Luna de blanco espejo, eclipse de un día pletórico de uvas en un jarrón.

Ella lo sigue. Ambos recorren visiones de universos marinos interminables. Las alturas son profundidades en el mar, subir es descender entre las olas. 

Perlas, conchas desperdigadas entre la piel.
El cuerpo del pescador se ha transformado.
Debajo de la cintura, las piernas y pies, ligeros endurecimientos de la piel le recuerdan las escamas minúsculas de los tiburones. 

Suben a la isla de su embarcación cada tarde, donde se acomodan para esperar el amanecer de las estrellas y la luna. Para mirar emocionados el perfil de un universo que les empuja hacia la deriva.

La barca guarda los recuerdos de las caricias que se prodigaron. De los ojos que mutuamente se desgarraban en confesiones y juramentos. 
Cantos de sirena que llegan hasta la orilla transformados en brisa. El mar se hincha en oleaje. Levanta colores entre el agua y los arroja para cantar a la sirena. Se ondea y regocija en el vaivén.


Intermezzo
La telaraña de los erizos de mar en la orilla recibe mensajes de una historia que se repite una y otra vez. A pesar de que las maderas de una barca abandonada se encuentran casi deshechas por el paso del tiempo. 

Una osamenta blanca, lavada por los amaneceres se ha perdido debajo de la arena.

Besos perdidos entre las estrellas. 





Andante expresivo per finale appasionato

Una música estridente se acerca a un islote perdido en el mar. Es un crucero donde ocurre un espectáculo precisamente de una mujer disfrazada de sirena que, a cambio de unos billetes, posa desnuda para una fotografía.
Majestuosa construcción, surca el horizonte con su retícula de habitaciones irónicamente desprovistas de la magia de los cantos de amor marino, salado, carnoso.

Los sonidos estridentes poco a poco se acallan.
Los amores son ficticios sobre la cubierta de ese barco que desaparece.

Mientras debajo del agua, una sirena recorre divertida los confines de un universo que le pertenece. 

Un hombre de piel endurecida en las piernas la sigue.
Embrujado con su canto.

Mientras la brisa sopla generosa en una tarde de Ulises.






. Arte gráfico: Ilustración "Europe supported by Africa & America". William Blake (J. Johnson. 1792). Fuente: Imagen de América, texto de Electra L. Mompradé y Tonatiuh Gutiérrez, con Prólogo de Elías Trabulse. Edición Especial de Transportación Marítima Mexicana. México 1996. Nótese las perlas en Europa, y las bandas de esclavitud en África y América en este grabado de fines del Siglo XVIII.

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Acerca de mí

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Cancún, Mexico
Escritor y Naturalista. Licenciado en Biología por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios en Texas A&M University Campus Kingsville y The University of Florida.