martes, febrero 07, 2006

Escultura

Escultura
Daniel Navarro

Estuvimos.
Torso y pelvis de mujer.
Tú.
Deseé tocarte
tu cintura era la suya
acariciar con lascivia tu piel de bronce.

Palpitaste cuando me percibiste a la distancia.
(Fui feliz).
Te encendiste.
Atrapada en ese casco de metal, tu calor me inundó.

Percibí cierto movimiento, no hice comentario.
Desde mi propio pedestal seguí admirándote,
amándote.
La luz se hizo presente
en ese mar de oscuridad.
No nos movimos por el resto de la velada.

Han pasado dos horas
todavía no termina.
Paciente,
mi rostro sin ojos te cuida.

Tiemblo de celos cuando alguno te acaricia,
cuando acercan sus dedos a tus piernas.
Tiemblas, nerviosa.
Te gusta.
Me hierve el bronce, se torna más oscuro.
Disfrutas.
Oh, amor, me muero de rabia.
Te seduce esa caricia.

Intento lo imposible.
Procuro lanzarme desde el pedestal.
Mi ciega mirada no encuentra
el infinito sedante de la locura.

Me sonríes.
Oh, amor, no te entiendo.
Divertida sonríes.
Oh, me ahogo.

Un estruendo de enervantes
luces de fotografía
te cubren.
El escultor te deja por un instante.
Eres su propiedad.
O acaso él es tu propiedad.

No lo sé.
Quizás todos somos tu séquito.
Yo uno más.

Un bronce se tambalea.
Cae.
Lo veo.
Alguién más,
uno más.

Sí.
La sala.
Tablero de ajedrez.
Reina.

Un séquito de esculturas.
Soy.
Orbito alrededor de ti.
Metal.
Vientre.

Jaque.

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Acerca de mí

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Cancún, Mexico
Escritor y Naturalista. Licenciado en Biología por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios en Texas A&M University Campus Kingsville y The University of Florida.