domingo, diciembre 02, 2007

BLOG DE DICIEMBRE: LA MORSA

Blog de diciembre: La morsa
Daniel Navarro


Felicidades decembrinas. Hoy me pueblan historias futuras, latitudes inversas, occidentes, y montañas polares, soles veraniegos, fiestas y todas esas anécdotas de las celebridades que visitan mi bosque. Inicio con La Morsa.




Sentado en la Alameda, el tipo andrajoso esperó el amanecer.
Escupió en una esquina de la banca de metal y se contorsionó para alcanzar un sorbo de alcohol de la botella aplanada que guardaba en el bolsillo del pantalón.
Había mirado la noche entera sin dormir. Los policías no lo molestaron, más bien estuvieron entretenidos en el correr tras unos ladrones que se acercaron a la Avenida Madero en una camioneta.
Los vio volar tras la sirena. “Habrán recibido una llamada por el radio”.
La morsa no se inmutó.
Vomitó en dos ocasiones.
La úlcera era demasiado áspera aún para un tipo sanguinolento y trágico como su propia letra.
En el sol podría broncear un poco su piel, deseo imposible de cumplir y entrecerró sus albinos ojos de conejo para recibir una lluvia matinal inesperada.
Se levantó para buscar otra banca donde guarecerse mejor de la lluvia.
Las estatuas de bronce eran torres y palacios, gendarmes y uniformados de gris.
Caminando errático, encontró algo que le llamó la atención. Un anillo brillaba en el suelo. Tenía un diamante. Era evidentemente un anillo de compromiso que alguien pudo haber extraviado.
Lo levantó no sin antes cerciorarse de que no hubiera nadie alrededor. Podría tratarse de una trampa, de un ardid para posteriormente acusarlo de algún delito. Había cometido varios, pero nunca había experimentado el de encontrarse algo por casualidad.
Todo lo había meticulosamente planeado, inclusive ese estado de indigencia.
Limpió con la manga de su camisa de franela el anillo y admiró su fina hechura.
La certeza de un amor perdido, y la ligereza de un beso extraviado fueron pensamientos que rayaron sus ojos.
No pasaron arriba de tres minutos de admiración, y depositó el anillo justo donde lo había encontrado.
No creía en los encuentros casuales, ni aún tratándose de una fortuna. La lluvia amainó su trepidar silencioso, deslizando rumores por las paredes de los edificios, cuando en una esquina, una muchacha semidesnuda, con la falda en una mano, correteaba detrás de los cuervos que se arremolinaban en la fuente central.
Los ojos rojos desdibujaron la claridad de la imagen y en el bolsillo donde no acarreaba la botella, encontró sus lentes que tanto le gustaban. Eran su símbolo. Unos lentes circulares como su destino. Los acomodó y la polarización de los espejos le calmó el dolor de la luminosidad matinal.
Reptando, tres árboles se acomodaron detrás de su cabello.
Calculando la distancia media entre las ideas, le vino una canción a su memoria.
“Semolina pilchard, climbing up the Eiffel Tower”.

Sí.
Él era la morsa.
La delicada sincronía tonal que emergió como la sirena de la policía durante su estado de esquizofrenia.
Caminó unos pasos más, desapareció el recuerdo del hombrehuevo, y se confundió entre los olores del bullicio de una ciudad de aspiraba a cambiar el reloj de la existencia.
Era ocho de diciembre.
En aquella ciudad gris con vidrio de botella, una persona lo esperaba.
Dentro de todo el universo de espectros que diariamente depositaban con ligereza su mirada sobre su presencia, una de ellas tenía una misión específica. Lo vio y no quiso evitar al destino. Sabía que un día como hoy podría ocurrir. Eso lo había planeado también.
¿Qué sería: un rayo, un relámpago o un gorrión cruzando el firmamento?
Una bala cortó la inspiración del sueño. Él era la morsa. La inocencia y la tragicomedia.
La farsa y la castidad de un beso peregrino.
Guillotina de pies y manos, cerebral punzada de un revolver sostenido por la madre superiora. Cayó el hombre y su cuerpo acarició el frío de la piedra.
Los lentes rebotaron un par de veces y se perdieron disimulados entre la tierra del parque.

Fulminaba su pasado de letras inconexas.
Sólo lo atormentaba una sola de sus poesías, “La perenne presencia de la certidumbre del caos”.
La tormenta quedó atrás.
La luz no ocultó su satisfacción de recorrer el tramo.
La suya era parte de una historia futura.







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A continuación presento un párrafo de las letras que arrebato a diciembre. Los enlaces a los textos completos se encuentran en los títulos respectivos y también más abajo en el blog:


Ella es torero
--Tenemos unos detenidos, creemos que son los que atacaron al joven --dijo el oficial en mando--. Usted dice...

El pueblo se cimbró cuando rápidamente los agentes locales desplegaron su camélica fuerza. Cuando el policía entró a la pestilente celda, ordenó con un “¡levántensen cabrones!” e inició el interrogatorio con violencia tras fuertes bofetadas y jaloneo del cabello a los prisioneros. 

--A ver, hijos de la chingada –espetó--, expliquen lo que sucedió, y cuidadito con andarse con mentiras. ¿Qué chingados hicieron anoche en la plaza de toros?

--¿Qué tiene de malo cojerse a una puta vestida de torero? –contestó con violencia uno de ellos, despertando un ambiente de zafarrancho.



Buenas noches, Nuevo día
Encendí el puro y el suave olor del tabaco me regresó una vez más a los ideales de justicia que siempre me habían incendiado la niñez entre juegos en la pampa. La mirada de Valentina se conjugó con el color de su cabello y con el de la noche. Fantaseé con la idea de que ella me había acompañado siempre, como novia, desde niño, cuando arrancaba los rebrotes del zacate para saborear el sabor dulzón.



Signos
Incidentalmente, el cajón de lo íntimo lo encontré casi vacío:
un par de vocales, tres puntos suspensivos. No mucho más, algunas consonantes poco usuales: W, K y varios números.
La poesía que intentara construir para ti, se me deshizo entre las manos.




Mitología griega
Surge nadando con sus brazos y se impulsa con sus piernas recubiertas por escamas.
Luna de blanco espejo, eclipse de un día pletórico de uvas en un jarrón.
Ella lo sigue. Ambos recorren visiones de universos marinos interminables. Las alturas son profundidades en el mar, subir es descender entre las olas. 




Un ramo de siluetas
Erré por años, buscándote en el escabroso universo de lo desconocido, hasta que recordé nuestros juegos de encontrarnos en sueños. Lo intenté infructuosamente pero me mantenía la esperanza de lograrlo alguna vez. Poco a poco descubrí que existía una secuencia de señales que podía discernir y que intuía me llevarían hacia tu presencia.



Error mortal
Sé que me amaste. Al menos un instante. Un fulgor que casi duró la eternidad de la caída de una hoja del árbol.







El próximo mes Javier Marín: conversaciones escultóricas.

Arte gráfico: "La Morsa", por Lili Díaz, avrilphoto, 2007. Pintura digital en acuarela y collage con acciones Comix para PhotoShop, ilustración de lentes de John Lennon y escultura de Javier Marín.



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1 comentario:

Sergio Francisci dijo...

Demonios y Maravillas.
Saludos y reverencias.

Acerca de mí

Mi foto
Cancún, Mexico
Escritor y Naturalista. Licenciado en Biología por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios en Texas A&M University Campus Kingsville y The University of Florida.