lunes, agosto 27, 2007

FANTASMA VENECIANO

Fantasma Veneciano
Daniel Navarro



Siguiendo el ejemplo de la escritora Olinka Ávila quien dedicó alguna vez su espacio literario a comentar sobre una pregunta planteada por la "mujer de ojos de ámbar", como llama a la Correísta, ahora me toca el turno. Inicio diciendo que su alter ego ha viajado a Europa y aunque no le he pedido autorización, me permito reproducir una de las cartas que he recibido de ella:


“Venezia, lunes, 2 de la tarde:
“Venezia está lleno de fantasmas. Anoche caminé en lo oscuro por calles angostas, solitarias, y los vi. Se asomaban por las ventanas con trajes maravillosos de años atrás. También me encontré a Casanova. Lucía una máscara blanca y sus ojos eran verdes. Pero Venezia es triste aún así. Muy triste. Sus fantasmas me asustan. Así que en unas horas sale mi tren. Ya espero. Arrastro mi maleta a patadas y madrazos por cientos de escaleras y puentes, hace tanto calor que me compré en la calle una playera delgada y fresca y me cambié en un pasillo. Ahora tengo una flor en el pecho que dice "I Love Venezia". Y estoy contenta, porque siento que me protege de los fantasmas. ¡Qué bueno que me voy de día, porque de noche podría meterse uno de ellos en mi maleta! Y sería terrible cargar con él para siempre. ¡Y tan lejos, que no sería fácil devolverlo! Ya me lo imagino: con su máscara y llorando junto al mar de Cancún, todo el día en la oficina, junto a mí, mirándome. Contagiándome su tristeza y fantasmez veneciana. Por eso ya me voy. Y aquí lo dejo. Para siempre. Para siempre.
“Michele Moreno”




La sensibilidad de la Correísta hace un notable descubrimiento durante su estancia en Venecia: la vulnerabilidad de nuestras almas ante los fantasmas que desean escurrirse en las maletas.
¿Cuántos equipajes transportan a estos etéreos habitantes procedentes del lugar que se visita?
Uno pensaría que los seres de otros mundos quizás no necesitarían de nuestros prosaicos métodos de viaje: locomotoras, automóviles, barcas o aeroplanos.
La visión de Michele Moreno es de una claridad tal que detecta a los miles de fantasmas escurriéndose por las calles, animando con su charla al silencio de la noche cual estrellas que centellean. Intuye que alguno querrá escurrirse en una maleta durante la noche.
Asimismo, anticipa que su fantasma veneciano al llegar a Cancún quedaría irremisiblemente unido a ella en un mar de nostalgia por las campiñas de Italia, los caudalosos momentos adriáticos, la presencia de Virgilio, de Ovidio, de Roma y sus campos de olivos.
Un viejo filósofo griego, Aristóteles, en su visionario análisis de los movimientos de los cuerpos celestiales percibió que el tipo de desplazamiento de un lugar a otro es diferente del movimiento de los cuerpos terrestres en la medida en que es circular, y por ello tiene las características de ser infinito.
Esta congruente visión compartida por la escritora y el filósofo de la antigüedad, describiendo fantasmas eternamente desplazándose me ha cautivado.
Quizás Michele Moreno transportó en su maleta algunos fantasmas de Cancún que ahora se encuentren extraviados entre góndolas. Insomnes habitantes cosmopolitas compartiendo universos diurnos, nocturnos, sólidos y etéreos.
Probablemente otros fantasmas dialogarán sobre las bondades del viaje, tomarán fotos del recuerdo, se enviarán postales.


Pero también podría ser posible el inverso.
¿Quién desplazaría a quién? Si el opuesto es posible —y no veo por qué no podría serlo—, siento diferente la frescura de la cabina de los aviones, la exhibición en penumbra de la película en un autobús, la comodidad del viaje en automóvil a través de las montañas, o el bamboleo de los cruceros en la nada atlántica.
Quizás vivamos coexistiendo en un universo de fantasmas viajeros, seres indescriptibles cuya presencia nos es ajena.
Quizás los lectores seamos pasajeros dentro de las alforjas de un fantasma veneciano que cabalga en la campiña en un soleado día de julio.
Más aún, quizás fue un fantasma transterrado quien dictó la letra al poeta español: “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar.”


Cuando retorne a Cancún, le daremos la bienvenida a la Correísta.
Escucharemos de su propia voz sus recuentos.
Sólo entonces tendremos una respuesta si alguien percibe a un fantasma italiano detrás de su máscara blanca y ojos verdes, llorando de nostalgia frente al mar de Cancún.










Cancún, México.

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Acerca de mí

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Cancún, Mexico
Escritor y Naturalista. Licenciado en Biología por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios en Texas A&M University Campus Kingsville y The University of Florida.