miércoles, agosto 15, 2007

No vayas a Alaska

No vayas a Alaska
Daniel Navarro


uno
--¡Maldito pueblo es Anchorage! Verdaderamente. No vayas. No te presentes en esa lejanía, en una esquina de lo que no sucederá jamás. No insistas, no hay oro entre sus intestinos ni petróleo entre los pliegues de las rocas.
--Amor
--¿Amor? ¡Por favor! no me vengas con pendejadas ahora que me encuentro justamente en la encrucijada... Tengo que estudiar los análisis de mercado de nuevas posibilidades mineralógicas.
"No vayas a Alaska. Te lo prohíbo..."


dos
Lo que acaban de leer era mi antecedentes. Por eso cuando recibí la carta en la que me pedía "No vayas a Alaska sin mí, no mires esas montañas cubiertas de hielo, no camines sin mi abrazo sobre las nieves eternas del vecindario del polo norte..." no pude menos que sonreír. Mi corazón latió con fuerza. Leí incansables veces las letras que tanto amaba. Su vocación aventurera me fue un talismán cuyo embrujo era imposible de contradecir. Le escribí, le prometí que iría con él.
Lo soñé claramente: Al cabo de unos meses ahí estaríamos.
Morderíamos nuestra propia carne congelada
de cuando en cuando nos refugiaríamos en el aceite de las maderas de las edificaciones
Mis pezones serían esferas de hielo
cuando me sumergiera en los gélidos remanentes de agua líquida
y haríamos el amor tiritando
entre pieles mal curtidas.
Los labios míos sobre los suyos
fosilizados en piedra viva.
Mi boca recorriendo esa estatua de hielo
vaporizando un vaho
de fulgurante expectación.
Así imaginé ese encuentro, me acompañaba día a día. Me recreaba de pensar que todos mirarían nuestros cuerpos desnudos como figuras reflejadas en la nieve y se extenderían fuera de las latitudes.
Nadaríamos junto a las ballenas y con ellas lanzaríamos mensajes amorosos al infinito a través de canciones oceánicas.
Aletearíamos entre los lobos marinos y los albatros.
Caminaríamos entre el hielo hasta caer exhaustos en un sudor soterrado por las inclemencias de la ventisca.
--Amor
--¿Amor? ¡Vida mía!
Un cielo con poco sol y horizonte insospechado.
Un mar salado de labios resquebrajados...


uno
Te seguí. Sabía que vendrías con ese cretino amante que te describía paraísos inexistentes. Creíste que no me daría cuenta, ¡Claro! ¿Por quién me tomaste?
Miraba cuando recibías sus cartas, te cambiaba el semblante. Pude enterarme. Por eso te seguí hasta este inmundo pueblo. Revisé los boletos de avión, tus compras de último momento. Pocas, he de admitir, como si no planearas un regreso. Te miré entrar a hoteles de mala muerte y salir horas después.
¡Maldita sea mi suerte! Mi vehículo se ha atorado entre las capas de hielo amotinadas por defenderte de mi presencia...


tres
Ella fue a Alaska.
Su amante apagó el latido mucho antes que se lo hubiera propuesto o deseado. Se sumergió en las heladas aguas de un oasis entre el hielo.
Sus pezones se convirtieron en gélidas esferas. Su temblor de los labios fue haciéndose cada vez más intenso. La hipotermia cubría con azul el sonrosado de la piel femenina.


uno
Casi en desesperación, intenté repetidamente la llave del encendido. La camioneta al fin pudo arrancar. Los aditamentos de cadenas en las ruedas poco a poco las hicieron girar entre lo resbaloso del hielo. Las carreteras estaban cerradas por la ventisca. No pude andar mucho más allá que los límites del condado cuando unos policías me impudieron avanzar. Las sirenas eran contundentes y las órdenes gritos inexpugnables. Di marcha atras.
La nieve cubriría por días enteros un paraíso ajeno.
Imposible sobrevivir.
Llamé a los grupos de rescate,
Algunos intentos con helicóptero resultaron fallidos.
Vanas explicaciones. No me di por vencido.
El hotel lujoso donde me hospedé seguía sosteniendo sus emisiones de televisión por satélite, interrumpidas de vez en vez por cataclísmicos anuncios meteorológicos.
¡Maldito Alaska!


tres
El cuerpo fue rescatado casi en estado inerte. La búsqueda con motocicleta había durante una eternidad, mas el éxito coronó la perseverancia.
Los paramédicos rápidamente pusieron en práctica su talento.
Cubriendo su desnudo cuerpo, ella fue transportada al hospital.
Un hombre nerviosamente fumaba para calmar su desesperación.


uno
La carretera fue un interminable preludio cuyo final es majestuoso, debo admitir. Este "hotel" en Bahía de los Ángeles dista mucho de lo que yo originalmente hubiera planeado... cómo he cambiado. Baja California sigue igual, no cable, no teléfono.
Hoy nos levantamos para admirar el amanecer y pudimos ver a las ballenas emitir su prolongada respiración desde el espiráculo, símil de un géyser nómada.
Mírenme, a partir de hoy seré "naturalista aficionado".
Ella se ha puesto su falda larga, una blusa oscura y encima un séter de lana semi-roído.
Luce bella. Ahora le preparo un café en ese pocillo de peltre desportillado que tanto defiende.
El aire matinal del Golfo de California en estos meses de nacimiento de ballenas me sienta bien, contra todo lo que pudiese haber esperado. Después de Alaska me propùse cambiar mi metalizado pensamiento para lograr rescatarla. Los resultados son evidentes. Yo mismo me siento mejor.
Y ella: mírala, su tez refleja el cálido aroma del café y su mirada sigue el acompasado nadar de los cetáceos.


tres
La casa de campaña se perfila contra las montañas áridas. El vuelo de las gaviotas extiende sus dominios por todo el desierto.
Un horizonte de azul salpicado de islas refleja quietud.
Desde el cielo se observan las montañas por la virginal atmósfera.
Abajo, una pareja se encuentra sentada sobre unas piedras, no muy lejos de la orilla.
Desde ahí pueden admirar cómo las ballenas se preparan para el regreso de su itinerarte desfilar desde México hasta Alaska.
Son testigos del reinicio de los amorosos mensajes al infinito a través
de canciones oceánicas.
Ambos, levantando las manos, se despiden de las ballenas,
y les desean feliz viaje.





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Acerca de mí

Mi foto
Cancún, Mexico
Escritor y Naturalista. Licenciado en Biología por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios en Texas A&M University Campus Kingsville y The University of Florida.