jueves, septiembre 06, 2007

VOCES







Voces
Daniel Navarro




En la ciudad de México amaneció y los periódicos omitieron un espacio dedicado a la nota de una persona fallecida, con vestimenta pasada de moda, entrado en años, con cabellera larga, completamente cana y dientes perdidos por el tabaco.
Su indumentaria era gastada, según pude apreciar anoche, al topar con él.
Varios libros se encontraban desperdigados en el suelo.
Tomé dos de ellos con rapidez y desaparecí del lugar, avisando anónimo a la policía sobre el cuerpo.
Nervioso, abrí uno de los libros en una cafetería que me dio abrigo. Una narración improbable saltó ante mis ojos:



"Ausencia: Mínima expresión de un aliento que se ha difuminado en este atardecer. Lívido, el astrolabio marca una dirección en el universo que si bien es difícil de alcanzar, no es imposible. El pensamiento se concentra en esa posición por unos momentos, mientras recapacita lo que involucra. La defensa de un imposible se ha tornado en momentos de tensión, en angustia por un mañana que no llegará, por truncados pasos que no se escucharán. El hombre toma con poderío el fusil mientras debajo del casco surgen pensamientos y dudas. Su tanque ha inundado una calle de apellido azteca y los compañeros presienten lo que se acerca también. Disparar, acometer, obedecer. La visión de personas que arremolinadas se apretujan en el suelo se capta cuadriculada desde el helicóptero. La iglesia notifica al alma del beato Aparicio, que se encuentra cubierto de cera, con un rosario entre las manos. Un ataúd de cristal le aísla y la oración que reza rueda apaciblemente en esos momentos del vespertino canto de las aves.

"Los micrófonos enaltecen el valor intrínseco de declarar una oración paralela y la voz alcanza el eco en los edificios que rodean como pilares el rectángulo del patíbulo. Las cabelleras revolotean ideas y se expresan con violencia desde un balcón. Edificio Chihuahua, tercer piso, cambio... Los ojos se reflejan en las piedras de un laberinto sepultado. Cuauhtémoc, el águila que cae, mira desde lo alto de la pirámide. Sus ojos declaman una definición de defensa al saber que la gran ciudad de México cae presa de oráculos siniestros. Templo Mayor. Canales. Texcoco. Moctezuma. Su voz emite un desgarrado ánimo a los guerreros que defenderán sus posiciones.

"El astrolabio define un derrotero cuya línea es definida por el pasado y se encuentra con las incoherencias de un presente infinito y decadente. Las armas marchan empujando un futuro nihilista, acaso pintado por la ambición, pero más claramente por el hastío de una lucha ganada de antemano. Fusiles. Pólvora. Huellas en el cemento.

"El átlatl defiende una dirección en el universo que si bien es difícil de alcanzar, no es imposible. Cuauhtémoc grita a su pueblo y entre esos rumbos llenos de mercancías, de techumbres de tianguis, las oraciones de pólvora logran sujetar un designio marcado por la tortura. El soldado mantiene la posición, todavía no escucha la orden que se desprenderá desde lo alto, como una bengala verde, que significará ataque: no rendición: castigo: sangre.

"El hombre que se observa desde el aire sobrevuela un tumulto oceánico hirviendo en demandas. Lamentos que sofocan angustias colectivas. Algunos tienen intenciones de cambio, otros de permanencia; esperanzas socavadas en las esquinas de la desesperanza. Las mujeres mantienen la altivez que otorga la certidumbre. Rodeada la Plaza por las sirenas, los soldados avanzan, los guerreros defienden. Cuauhtémoc es apresado.Lo llevan para que explique sus tácticas, para que localice tesoros inexistentes, apertrechados bajo las llamas de esa tarde de octubre.

"La bengala desciende del cielo: es el águila que cae. Cuauhtémoc fallece. Se perpetúa la mentira de que ha sido trasladado a otros sitios. Nunca sobrevivió al encenderse el cuerpo desde sus pies como copal en incensario de muertos, la orden ocupa su lugar en la historia. Las primeras balas surcan los horizontes y el mar tumultuoso de carne, ropa y gritos desgarradores desvanecen las esperanzas. Los pasos de los atacados se convierten en erráticos y sin salida. Cuerpos caen, ocupan la retícula del tablero de ajedrez de la Plaza de las Tres Culturas. La sangre y los corazones en los escaques.

"Los pensamientos debajo del casco mantienen una duda enorme... Disparar? Quién dispara? De dónde surgen estas balas? No son de mi fusil... y se escabulle para observar mejor. Las personas que ocupaban el tercer piso del edificio son rodeadas y algunos son trasladados con horizontes desconocidos. Los tlatelolcas caen defendiendo su pasado lleno de gloria, convertido en un barrio de comerciantes donde se encontraban todos los productos de maravilla, del agua traídos desde el lejano mar, hasta los vegetales y conchas.

"La bengala tocó el piso y la mar se convirtió en espejo sobre las piedras. La carrera de la Coyolxahuqui cubrió el espíritu de la luna temprana de aquella tarde de dos de octubre. Se deshizo en un eclipse doloroso cuando cayó el último emperador azteca y ahora miraba entre sus manos de piedra el caer de las semillas de maíz a un páramo lóbrego, desértico, lleno de desesperanza. Su piedra circular rodó por la escalera del cielo, cubriendo los escalones de las estrellas. La noche fue de una negrura roja que abarcó las cuatro esquinas del universo.

"Los cuerpos fueron acarreados, cremados, desaparecidos, en una secuencia que tiñó los ríos y el horizonte. Mientras las balas recorrían en estampida su trayecto, Aparicio continuaba su oración sin tiempo. Algo le hizo despertar. Miró a su alrededor con sus ojos de beato. Las personas estaban tiradas en el suelo, en charcos de espejos y plumas desperdigadas. Interrumpió su oración. Quiso incorporarse y salir del ataúd de cristal donde se hallaba contenido. Empujó la tapa pero no cedió. Tras intentarlo varias veces, su vista se nubló al sentir una bala que le atravesaba la frente, derritiendo la cera y cubriendo sus ojos.

"Las miradas desesperadas de algunos que escapaban encontraron refugio en los cubos de los elevadores, de los basureros, asilo entre algunas familias que soportaron el cateo inmediatamente posterior. El asalto a Tlatelolco, en una de sus noches, casi llegaba a su fin. El asedio terminaba al emigrar las preguntas enredadas bajo los cascos de los soldados. Una luna reflejaba los charcos ensangrentados de batallas libradas entre esos laberintos de soledad. El alma del beato Aparicio escapó enloquecida al ser abierto su ataúd días después para permitir que los artesanos recuperaran la faz y su compostura de austero.”





En unas hojas separadas, encontré notas a mano, probablemente fueron escritas por al fallecido. Leí:

"Camino ahora, esta noche, en la Plaza de las Tres Culturas, las voces se arremolinan en un diálogo que nadie más percibe. Seres que encontraron nacimiento y fin dentro de estas piedras. La luna de Coyolhauqui se quiebra en pedazos cambiando de color en cada octubre. Una leve llovizna hace brillar el suelo por donde camino, solitario. Pocos recorren en estos momentos la Plaza. Por ahí algunos enamorados se escabullen para contarse amores en secreto. Mis pasos se diluyen entre la noche y dejo atrás el escenario donde las voces surgen sin orden, en concierto tumultuoso, sentimientos poderosos que surgen desde las profundidades y cuya expresión es mayor que mi propio designio.


Las notas concluían con el siguiente párrafo:

"Corre... una voz me ordena mientras logro atisbar unas sombras que se deslizan por entre las calles oscuras. Mi respiración se agota por las calles cercanas, edificios que me pierden la huella por entre los corredores. Corro, me deslizo entre los automóviles estacionados. Una bala me encuentra el paso. Quizás estaba destinada para mí desde aquel dos de octubre, cuando las ideas se me arremolinaban debajo del casco. La miro recorrer el universo desde algún punto no definido aunque no es imposible de alcanzar. Ausencia, mínima expresión... me llega y pierdo la conciencia."




Abrí el otro libro. No contenía título ni encontré nada impreso.
Confundido, abandoné la cafetería todavía con los libros y las anotaciones.
Llegué a casa y los guardé en un estante, por si acaso alguien preguntaba por esos materiales.
Pero hoy en el periódico no apareció nada del tema.
No estoy seguro, pero seguiré esperando mientras intento entender el significado de esos libros.









· Arte gráfico: "No se olvida". Copyright Danielle, Derechos Reservados 2002. Utilizado con permiso únicamente para propósitos culturales. Fotografía superior: "Tlatelolco septembrino", inferior: "Beato Sebastián de Aparicio", figura de cera dentro de un ataúd. Iglesia de Santiago Tlatelolco, ciudad de México. En la actualidad, el cuerpo momificado del Beato se encuentra en el Templo de San Francisco - Sepulcro de San Sebastián, ciudad de Puebla. Fotografías de Daniel Navarro.

· Tlatelolco, Cd. de México.

No hay comentarios.:

Acerca de mí

Mi foto
Cancún, Mexico
Escritor y Naturalista. Licenciado en Biología por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios en Texas A&M University Campus Kingsville y The University of Florida.